Debía comprar unas cosas en el supermercado, entonces como siempre pasé por la zona de verduras cuando me dirigía a pagar. Y vi unos cocos, pelados, cafés, hermosos, no muy grandes….con sus dos huellas lisas redonditas en un extremo. Hmmmm quiero agua de coco, refrescante, dulzona, con olor a mar. Hace muchos meses tengo ganas….pero la logística de la partida del coco no es mi fuerte, entonces lo recordé.
Estábamos comprando el mercado, le dije que compráramos un coco, “hace tiempos que tengo ganas de agua de coco” y él se antojó también, me compró dos cocos y me dijo que los compartíamos, que él se encargaba de partirlos. Así fue….en el apartamento sacó sus herramientas, la verdad no tenía las herramientas adecuadas para sacare el agua al coco, pero lo intentó por un largo rato….le intentó por aquí, por allá y mas allá, casi imposible con esas herramientas. Ahhh pero no se rindió, se había comprometido a sacar el agua de los cocos y por fin lo logró! sacó el agua de los cocos, la sirvió en dos vasos y a probar.
Hmm me soñaba el agüita, igual él, tomamos nuestro primer sorbo de agua y sorpresa….noooooooooo…..sabía fermentada, el agua de coco estaba dañada!!! Me quedé sin palabras, no puede ser verdad, quiero mi agua de coco deliciosa, iba a probar otra vez con la esperanza que me hubiera equivocado, cuando lo miré y me dijo con desesperanza “Eli, está mala el agua….no tomes mas que te enfermas”….noooooooooooo que desilusión! Botamos el agüita.
Desde ese día, cada vez que veo un coco me acuerdo de él que hizo de todo para darme gusto con mi agüita de coco, esa vez salió fermentada, la próxima tal vez salga bien!
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